La luna abandonada

Por Chilo Cervantes

01 / Octubre / 2014

Para estas fechas, los viajes a la luna ya debieran ser frecuentes, según los optimistas augurios de millones de personas que supieron asombradas del alunizaje, el 20 de julio de 1969, de una nave estadounidense tripulada por los astronautas Armstrong y Aldrin. Pero han pasado casi 50 años de aquella hazaña formidable del género humano y los taxis espaciales no se ven por ningún lado. Parece haber sido abandonada la idea de la verdadera conquista del único satélite natural de la tierra. Dicen que los vehículos espaciales son muy costosos y la distancia que hay que recorrer, desde la tierra a la luna, variable, es de 384 mil 409 kilómetros, para arribar en medio de peligros desconocidos, a un lugar inhóspito, completamente desierto con miles de cráteres de todos tamaños, de origen volcánico unos, de meteoritos, otros; donde no hay agua ni aire.

Los investigadores descubrieron elevaciones de 1500 kilómetros de extensión y enormes zanjones de extensiones parecidas. Un pico más alto que el Everest de los Montes Himalaya de la tierra y ninguna posibilidad de vida. Que sepa, nadie, ningún país ha reclamado derecho de propiedad de la luna. Son los Estados Unidos y Rusia los países que han llegado a Selene, diosa de la mitología griega, pero en las fugaces visitas ni uno ni otro hallaron oro y diamantes como para hacerse la guerra disputándose la riqueza. Encontraron sólo rocas y piedras que si estuvieran a la distancia del cerro San Juan, ya estuvieran acarreando como hormigas los constructores de palacetes para esos extraños nuevos ricos de mágicas fortunas. Las gigantescas vastedades muertas de la luna sólo pueden encontrar algún punto de comparación con los desiertos yermos de la tierra, pero aún éstas inmensidades de arena, con tórridas temperaturas, Sahara, Gobi, California, tienen aire, oasis, feroces tribus que las habitan y una variedad de fauna muy importante. La luna no tiene vida, pero influye en la vida de la tierra. Aunque lejana, no puede irse de la órbita de nuestro planeta.

El diámetro de la luna es de 3476 kilómetros, la distancia aproximada entre la ciudad de México y Los Ángeles. Su gran masa produce las mareas de los océanos e influye en los ciclos lluviosos de la tierra. Los campesinos hablan con toda propiedad de los efectos de la luna y las siembras de sus parcelas se basan en estas consideraciones. No cortan las maderas para la construcción de sus chozas cuando la luna está tierna porque pronto se acaban. Las viejas generaciones encargaban familia de preferencia cuando la luna estaba por llenar para que sus hijos nacieran fuertes y resistentes a las enfermedades. Arrobados por los misterios del espacio e intuyendo que no estamos solos en el firmamento, nosotros, los ignorantes, quisiéramos que las investigaciones y los viajes interplanetarios prosiguieran con mayor celeridad para que algo más supiéramos de sus apasionantes misterios.

Que ya los avances científicos no lleven como objetivo la guerra, la destrucción de los pueblos, las agresiones cobardes contra países de modesta capacidad bélica, que la ciencia se justifique ahondando en las profundidades del saber. Por ejemplo: ¿Hasta dónde ha llegado la nave sin tripulación enviada al espacio hace varios lustros a velocidad vertiginosa? Llevaba ¿lleva? mensajes avisando de nuestra existencia en el planeta tierra y existen esperanzas fundadas de que obtengamos contestación de alguna cultura lejana en algún sistema solar de los millones que existen, donde es posible la vida. (Cel. 311 230 92 30)