Estado de los ESTADOS

Por Lilia Arellano

09 / Octubre / 2014

Una eterna luna sangrante es lo que se vive en el país desde hace ya más de una década, tiempo en el que no caben las solicitudes de perdón, donde no es posible seguir excusando a partidos políticos de su responsabilidad sobre la designación de candidatos, situación que ya no admite más discursos ni demoras para que la autoridad demuestre su existencia o se siga por un camino que ya no revela la existencia de un estado fallido, sino de una complicidad con criminales que está requiriendo la intervención del extranjero para que puedan dejarse claras las posiciones de unos y otros.

En tanto, la movilización social empieza a rebasar las manifestaciones pacíficas de descontento para pasar a la etapa de agresividad, elemento que unido a la juventud y lo incierto de su futuro, es una bomba explosiva que se une con otras protestas de quienes, desde las zonas rurales, en las urbanas, desempeñando diferentes tareas, están no solo desempleados sino pobres y miserables. El prestigio del Estado mexicano, su existencia misma está en juego y hay reportes reales que no admiten más conjeturas: 6 muertos y 43 desaparecidos.

Y, es muy claro que se culpa al PRD por la designación de candidatos ligados a las mafias, lo cual ha sido una constante ya que habrá que tener presente al medio hermano del ex gobernador de Michoacán y ex líder nacional de esa organización quien tuvo que abandonar la curul, huyó y hasta el momento no hay autoridad que logre su captura. Los alcaldes ligados al narco en Michoacán que no fueron uno ni dos, sino tantos que se originó aquel michoacanazo, librando el ser encarcelados por las negociaciones de los chuchos en la dirigencia y las influencias de las que ya gozaba Carlos Navarrete. Ni qué decir de las designaciones en Quintana Roo, en el principal punto turístico del país, Cancun, con Gregorio Sánchez y Julián Ricalde a la cabeza.

La irritación llegó al grado de agredir a Cuauhtémoc Cárdenas quien arribó al Zócalo capitalino acompañado del poeta Javier Sicilia para exigir la localización de los estudiantes desaparecidos. Le arrojaron basura, papeles y botellas al grito de asesino, asesino, lárgate de aquí!! También arrojaron piedras que descalabraron a Adolfo Gilly; elementos de seguridad auxiliaron al ingeniero ex líder moral perredista y fundador de esa organización política para poder salir del cerco con el que los manifestantes formaron en su entorno.

Participaron en esa marcha en el DF los de la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata, el Frente Popular Francisco Villa, la Coordinadora Nacional Plan de Ayala, el Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco, el Movimiento de Estudiantes no Aceptados, el de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior y el Sindicato Mexicano de Electricistas, UNAM, UAM, UACM, la CNTE y organizaciones sociales guerrerenses. Los familiares de los estudiantes se encontraron encabezando este movimiento al que también se unieron jóvenes encapuchados que prendieron fuego a diferentes objetos y grafitearon transportes públicos.

Miles de personas convirtieron las principales arterias capitalinas que conducen al Zócalo en un caos tanto vehicular como de peatones. Las exigencias giran en torno a la realización de un juicio y castigo a los responsables tanto intelectuales como materiales de la ejecución de los alumnos de la escuela normal rural Raúl Isidro Burgos en Ayotzinapa, Guerrero. Portaron mantas en las que se leía: ahora, ahora, se hace indispensable la presentación con vida de los normalistas y castigo a los culpables; castigo a los asesinos y solución rápida porque el color de la sangre jamás se olvida; septiembre combativo, Ayotzinapa en pie; vivos se los llevaron, vivos los queremos; no confiamos en las investigaciones que realiza la Procuraduría General de Justicia del Estado.

Este tipo de manifestaciones se dieron en casi todo el país. En Chiapas, el EZLN emprendió una marcha silenciosa en San Cristóbal de las Casas. Más 20 mil indígenas encabezados por el comandante Tacho caminaron en silencio y portando pancartas que decían: su dolor es nuestro dolor; no están solos; su rabia también es nuestra. Se les unieron estudiantes universitarios, normalistas, académicos y colonos. El mismo escenario se vivió en Tuxtla Gutiérrez, Comitán y Tapachula.