EL ITACATE: Las Fatigas del Reposo del señor T. Alva Edison

Por Agustín Almanza Aguilar

10 / Febrero / 2015

Este domingo –otro día de hueva ancestral y perenne-, muy de mañana, tomé por instinto, un documento, una revista Algarabía fechada en septiembre del 2013, donde me topé con algo interesante, en este caso sobre las siestas de Edison –tal era el titular, obra de María Popova, una escritora búlgara. Bueno; me lo llevó al trono de las tempestades y comencé a leerlo: resultó interesante.

Para comenzar, se subraya, por parte de la editorial, lo siguiente: hoy existe evidencia de que la mayoría de muchas de sus patentes, que son más de mil, eran robadas o plagiadas; fraudes. Sabemos –se nos afirmó- que Edison fue el inventor, entre otras cosas, del telégrafo, el fonógrafo, el quinescopio y, por supuesto, la bombilla eléctrica. Que, ¿cuál era su secreto?

Edison (1847-1931) escribió al respecto: la mayoría de la gente come y duerme casi 100% más de lo necesario, sin saber que ese extra los enferma y los vuelve ineficientes () Es común oír a la gente hablar sobre la pérdidas del sueño como una desgracia; para mí, sin embargo, al sueño deberían llamarlo ‘pérdida de tiempo; de vitalidad, y de oportunidades’ Porque se ha dicho que dormía apenas entre tres y cuatro horas por noche, lo que le hizo realizar hazañas físicas sobrehumanas. En su diario, publicado en 1971, revela la relación conflictiva y ambivalente que tenía con el sueño: despertaba temprano y al rato se dormía de nuevo, eso durante el día todo. ¿Qué soñaba? Abismos con terrazas, cada una de ellas ocupada por una hermosa joven; demonios con ojos separados dice que le gustaba coquetear con las flores.

Existe una entrevista que le hizo un tal Orison Swet Marden, en el laboratorio de Nueva Jersey, luego de varias semanas de rondarlo. En ella vemos, leemos, esto:

Marden: ¿Tiene usted un horario regular de sueño o trabajo, señor Edison?

Edison: Sucede que ya no trabajo tan arduamente como solía hacerlo, así que vengo al laboratorio a las 8 a.m. y me voy a tomar el té a las 6 p.m.; después estudio o trabajo en algún problema hasta las 11 p.m. que es la hora a la que voy a la cama.

M: No será ‘tan arduamente’, pero casi 15 horas de trabajo tampoco pueden considerarse una holgazanería.
E: Puede ser, si no considera que durante 15 años el promedio de tiempo que invertía en el trabajo cada día era no menor a 20 horas.

M: Entonces, dado que funcionó con usted, podría establecer que trabajar 15 horas diarias es una de las claves a seguir para conseguir el éxito.

E: En absoluto. Tú puedes hacer algo todo el día, ¿no es así? Todos lo hacen. La gente se levanta a una hora y se acuesta a otra, cumpliendo incluso horarios más largos que los que yo ocupo para trabajar. La diferencia entra ellos y yo es que ellos usan las mismas 15 horas para hacer múltiples actividades, mientras yo me concentro en una sola. Si tan solo canalizaran su energía a un solo objetivo, estoy seguro de que conseguirán lo que buscan. Si de algo estoy seguro es de que si hay una regla, es precisamente esa: tener un objetivo, una sola cosa a la cual aferrarse para dejar todo lo demás. El éxito es producto de las más severa dedicación física y mental.

Empero, Popova nos afirma que ese ‘secreto del éxito’ de Edison no era otro que sus irredentas siestas, y tacha de hipócritas sus aseveraciones sobre lo negativo del sueño, el cual es esencial para el desarrollo de la creatividad, y él mismo es prueba de ello –enfatiza la escritora-. Mientras portaba su falta de sueño como una especie de medalla de honor, guardaba un enorme secreto: sus siestas. En el laboratorio o en la biblioteca, en el pasto, en las sillas, en taburetes y en cualquier otro lugar en el que pudiera detenerse a descansar: Edison fue fotografiado en múltiples ocasiones mientras tomaba siestas con las que contrarrestaba el desgaste que implicaba su arduo trabajo.
¿Cómo la ‘beisbol’?...

Edison, el hombre que hizo de la noche, día. A los 14 años se ganaba el pan vendiendo dulces y periódicos en un tren, el de Grand Trunk. En sus intervalos de descanso se adentraba en estudios de química, y experimentaba en los furgones. Un chiquillo extraño, para variar. Sólo había ido a la escuela tres meses, pero leía mucho, y experimentaba, a tal grado que, cierta vez, manipulando el fósforo, incendió un furgón, lo que le valió ser, ipso fato, expulsado en la primera parada.

Luego le dio por aprender telegrafía -¿qué no inventó él el telégrafo?...- (fuente: enciclopedia temática, ed. Cumbre, volumen 7), donde se dedicó a desenmarañar los aparatos de/en una oficina, donde había sido recomendado, para luego tratar de rearmar, lo que ocasionó desesperación a sus patrones, y –de nuevo- patitas a la calle. Tuvo otros empleos, con el mismo resultado. Y sí, perfeccionaría el telégrafo.

Se estableció, ya en bonanza económica, por sus múltiples inventos en Nueva Jersey, dando empleo, en su laboratorio, a más de 300 inventores y obreros. Edison, que murió en Orange, a los 84 años de edad, siempredijo que el genio era fruto del trabajo arduo y firme, de poca inspiración y mucha traspiración.
No hay más datos, como el que buscaba inventar una máquina para comunicarse con los seres del más allá, con los muertos,pero aquí cerramos el telón.
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