NUMINOR: CAJÓN DE SASTRES

Por Agustín Almanza Aguilar

19 / Mayo / 2015

Todos hemos vivido el terror no tan solo de una palabra a destiempo sino de un pensamiento a destiempo que cambia el curso de las cosas, de una amistad, de un amor, a veces simplemente porque no lo pesamos (José Gordon, Copenhague. El Teatro de la Incertidumbre, en la revista ‘Siempre’, La Cultura en México, abril 11 del 2001).

El Principio de incertidumbre, elaborado por uno de los pensamientos más brillantes, agudos y poderosos del siglo XX, el físico alemán Werner Heisenberg –cuya gran amistad con otro genio de la ciencia, Niels Bohr, s e rompería –sacaba ideas filosóficas de sus experimentos con los electrones ante el contacto de fina luz, de longitud de onda muy pequeña. En su investigación sobre la Realidad obtenía una especie de respuestas tales como que nuestra observación afectaba a los que observamos, alteraba al objeto observado, y luego, el ‘ver’ era cambiar la forma de la cosa. Planteaba que la mierda también se impregnaba de lo que mira, definiendo el horizonte que se puede percibir. Todo un mar de paradojas en cuanto a esa realidad que aparece en forma de ondas y de partículas, dependiendo de la observación realizada. Todo un grave problema de lógica, algo así como decir: las peras son peras excepto cuando son manzanas. ¿Cuál y cómo es la Realidad última del mundo?...
El Joven Procopio (final)
Por cuestiones de las travesuras de los habitantes de ‘Numinor’ –esa mítica ciudad de los antiguos celtas-, no apreció el final del relato de ‘El Joven Procopio’, cuestión que aquí subsanamos, recatando el texto restante:

¿Quién está realmente cuerdo?, repítales a todos. Y no era un Samuel Arias, conste. Menos un ‘Ponchito el Tentón’, o el ‘Loco Carpena’, un ‘Teto Tereleto’, o el ‘Cheto Calzón Cagado’, o un pariente de ‘Conchita Moños’; no: era el mismo, que se creía otros
Como ‘Flashazo’ llegó a su inquieta memoria la presunción del mofletudo ex abad de la basílica de Guadalupe, aquél que negó lo de las apariciones, a pesar de los milagros de las limosnas, y el que llegó a jactarse públicamente de que poseía 365 relojes de los más finos y caros, uno para cada día del año (¡para la soberbia y vanidad de un conocido líder de un conocido (sic) partido político!), aquel Guillermo Schulemburg, otro ‘humilde servidor de Dios’.

Procopio terminó suicidándose ante tanta porquería política y religiosa. Fue mandado a la fosa común, porque ¡nadie supo el significado de tan angustiosos nombre!.

Plegaria de una mujer:

Señor, te pido: sabiduría, para entender a mi hombre; amor, para perdonarlo; paciencia, por sus malos actos, y, bondad, para tratarlo. Porque, Señor si te pidiera fuerza, mato a este cabrón a chingadazos. (Texto esotérico encontrado en Foto-Lab ‘Estrada’).
Inocencia
Y todavía hay incautos que creen en la legalidad, ética y honradez, de los cursos literarios, o premios –en este caso los del estado- de periodismo, en esa feria de vanidades en que se ha convertido ese mundo social. Esos premios serían otorgados –algunos- por razones de dádivas o compromisos, como bien subraya el actual presidente de la Aprocón.

¡Ah, el insaciable deseo de vana notoriedad!...

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