NUMINOR: CRÓNICAS DEL MÁS ACÁ (Tercera parte y final)

Por Agustín Almanza Aguilar

09 / Junio / 2015

Los inventos, las obras de arte, las instituciones geniales de los matemáticos, etc., etc., nos hacen ser optimistas. Este tipo de humanos nos hacen ser más humanos, más nobles. No todo se debe terminar necesariamente en una hecatombe. Creemos que aún existen hombres solitarios que en sus laboratorios están trabajando incansablemente y llenos de fé en busca de mejores medicinas, mejores horizontes, y mejores caminos para esta humanidad semiagotada, pero en pié; creemos que existen grandes talentos musicales, pictóricos, poéticos, e hijos de Euterpe, que buscan nuevas dimensiones para el desarrollo de su arte; creemos que existe mucha gente buena que se está sacrificando en aras de un futuro más luminoso y veraz, que el que hoy nos embriaga y turba. La humanidad está destinada a ser superior, y nunca será borrada del planeta merced a mentalidades cavernícolas y retrógradas. Creemos que la humanidad saldrá avante de esta difícil prueba que los tiempos modernos le imponen. Tiene que demostrar su capacidad, inteligencia y voluntad, para recibir su diploma.

Y es que, ¿de qué serviría un diploma o un trofeo sin haber denodadamente luchado? No estamos para esos casos. Y ese galardón no es otro que la capacidad de ser realmente libre y forjador de una civilización más acorde con su nuevo estado. Se trata de su contacto inteligente con el universo. Y, al respecto, se viene a mente, un pensamiento de un poeta norteamericano llamado William Temple, que decía que no podía haber una revelación particular posible si la misma existencia no fuera por entero un instrumento de esa naturaleza.

Revelación: ¡Otra vez la burra al trigo! Perdóneme, pero tal idea ha formado parte fundamental de nuestra civilización, al menos desde el punto de vista artístico y religioso. Téngase en cuenta que dos experiencias básicas nos mueven, la perteneciente a la Iglesia y la de la Ciencia.

Veámoslo –al fin ensayo- de esta manera. Estamos hablando de que el ser humano, para vivir acorde con las leyes de la naturaleza y el universo, debe saber comprenderlas y manejarlas. Estamos en pañales respecto a esto, pero seguimos luchando por ello. ¿No es así? Bien. Cada vez que nos adentramos en los laberintos de el saber, y contemplamos las maravillas de la naturaleza sacamos conclusiones que expresamos ya en ecuaciones, o en obras de arte. Pero cada conclusión nos lleva a una nueva duda, y volvemos a empezar nuestra búsqueda. Somos curiosos por naturaleza, y por ello es bueno. De las conclusiones que sacamos, muchas de ellas están mal planteadas, y esto hace que nos desviemos del camino, erando, y llegando a terrenos escabrosos y abismales. Tales son nuestras herramientas de trabajo, nuestra hipótesis y nuestras teorías. Cuando más creemos estar cerca de lo que juzgamos correcto algo surge de improviso y n os hace cambiar de posición. Y así hemos estado desde comienzos de nuestra civilización. Busque y busque lo definitivo. Pero la continuación de la Obra place mucho a la Naturaleza: Obra y Labora.
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