Cuestión : El teatro y su influencia en la sociedad

Por: Marco Vinicio Jaime

05 / Noviembre / 2015

El Teatro como elemento artístico de gran influencia comunicacional, hoy por hoy sigue siendo factor imprescindible en la formación intelectual de los pueblos, que debidamente empleado, comporta a su vez el estratégico entreveramiento de ideas, pensamientos y sentimientos en pro de un resultado tangible de acción y reacción, constructivo por cuanto llega a ser facilitador de transformaciones coyunturales con sustento en la razón.

Por ello, la dramaturgia ha desempeñado desde siempre un papel preponderante en la representación mejor de ese universo insondable del ser en sus múltiples facetas del comportamiento, donde la conjugación de patrones símiles a la propia dinámica social, puesta en escena, convoca e invoca a una gran catarsis que envuelve de principio a fin a un espectador en búsqueda constante de sueños e ideales en el camino -como dijera Alfonso Reyes-, del perfeccionamiento continuo que es la melancolía secreta de la juventud.

Es pues como encuentra sentido el reto de los hacedores de teatro, y para el caso de la Entidad, destaca, de entre otros más de igual envergadura, un proyecto sustantivo justo en una sociedad que se debate en el decaimiento de su capacidad de asombro y su resistencia –cada vez más tenue- a perder la fe, que trata del poder de la voluntad, esa fuerza que definió el reconocido científico Albert Einstein más fuerte que el vapor y la energía, y que en su empleo logra unificar los criterios más disímbolos; una obra dedicada a todos aquellos que luchan toda su vida, llegando a ocupar un lugar para la posteridad, acuñado de forma por demás certera por Bertoltd Brecht como propiedad de los imprescindibles: El héroe de barrios.

Escrita y dirigida por el maestro y Director de Teatro, Luis Méndez Hernández, y desarrollada por el grupo teatral Mascarilla, Teatro y Animación, la obra logra entablar un contacto directo con el público, tras presentarle una historia tan verosímil y familiar como singular a un tiempo, por su cotidianidad cíclica y nata reproducción común en el corazón del propio conglomerado popular: el fecundo deseo de cambio y mejora, y la consecuente satisfacción de descubrir, tras una batalla contra el inmovilismo y la clásica apatía de la indiferencia conservadurista, que sí es posible construir mejoras significativas para la comunidad.
La representación dramática, vía una función especial llevada a cabo el pasado viernes 30 de octubre para despedir al primer actor Roberto Alegría en su conquista de nuevos horizontes y dar la bienvenida a otro talentoso sucesor, fue desarrollada con maestría también por los jóvenes artistas Jazmín Briler y Fabián Figo en un conocido recinto ex profeso de la Capital.

En la citada obra, se da vida a un singular personaje de nombre Barrios, sin mayor patrimonio que el legado inmaterial de su madre en pro del bien común, el cual con coraje y espíritu de superación sin iguales, logra materializar en líneas de acción debidamente organizadas para mantener limpia su colonia con el uso del ecológico programa de separación de residuos. El devenir de este individuo cambia drásticamente con la muerte de su madre aún siendo muy joven, y a partir de un juramento inmediato, emprende el trajín en su honor, ganándose la confianza y el cariño de los vecinos, y la admiración y apoyo incondicional de sus dos únicos amigos: Dulce (Jazmín Briler) y Apófis (Fabián Figo), que si bien en un principio el buen Barrios tuvo que lidiar con el celo de Apófis, pues desde siempre pretendió a Dulce, y no quería rival de por medio, finalmente logran integrarse y sumar habilidades y actitudes a fin de potencializar el talento y empeño de Barrios, consolidando asimismo una gran alianza con la gente que volvió creer en la movilización colectiva luego de la sinceridad y congruencia transversal del visionario aseador y sus inseparables correligionarios.

Aquí confluyen sin duda el valor imprescindible de la humildad, lo mismo que la comunicación que parte de un interés genuino por el bienestar del prójimo, del saber dar para recibir, escuchando cortésmente, respetando prudentemente la diversidad de opinión, actuando sagazmente con hechos y veracidad, y deliberando imparcialmente en aras de un gran frente que quiso y vio razones de peso en consecuencia para volver a tener algo qué defender. ¡Cuánto hacen falta sin duda alguna los barrios en nuestra colectividad! Más allá de la lucha político-partidista y la degeneración del ejercicio gubernamental, ¿Se podrá revertir el mal a tiempo rescatando el oficio y la buena comunicación que apela al sentir y la razón? Bien por el maestro Méndez, sus entusiastas amigos y compañeros del quehacer teatral y la consecuente entrega por el enriquecimiento artístico y cultural del pueblo. Enhorabuena.