Numinor

Ángel Agustín Almanza Aguilar

20 / Septiembre / 2016

Para Bruno Malacara del Pozo la idea del ‘Infierno’ no dejaba de acosarlo de patológica manera, y no quería aceptar la posibilidad de una existencia más allá de la muerte; le tenía miedo a la eterna inmortalidad, a un Juicio Divino; las Erinias lo martirizaban mentalmente ya el grado de no aceptar su silencioso aullido. La posibilidad de ser castigado por todo el mal que estaba haciendo le resultaba inconcebible. Siempre había tenido como premisa, como base fundamental, como razón absoluta, lo del ‘joder/chingar’ al prójimo y prójima Impunemente, así que no podía existir la más mínima posibilidad de ser llamado a cuentas por ningún tipo de Justicia ya que –insistía- la existencia humana era sólo una vez, y no hay nada más allá de la muerte, cosa que era idea general entre sus allegados y semejantes, salvo uno que otro ‘loco’ que veía y venía en contrario: Comed y bebed que mañana moriremos, era la filosofía existencial de Bruno

La riqueza y el poder era lo único que le llenaba el Ego, y cada día ambicionaba más y más, sin hartarse. Mucha gente lo odiaba, pero él enarbolaba su doctrina de que no estaba en el mundo para ser popular. Rodeado de lambiscones, aduladores e hipócritas ‘asesores’, todos traidores como él mismo, construía su palacete de frágil arena: Polvo eres

Se trata de gozar y disfrutar de todos los placeres de la vida, en esta corta existencia y que los que hablaban de un ‘Más Allá’, de un Reino Celestial y Divino, bien harían en pudrirse en medio de sus estúpidas creencias. El dinero, lo carnal a la Bestia era todo para ellos, ese demente séquito de cínicos y corruptos. Esta bazofia terrestre pensaba que el hecho de asesinar a alguien era como matar a un perro, sin remordimiento y lo hacían. Pero lo que no sopesaba era que así como él pensaba y actuaba existían legiones de enfermos que, engañándolo con sus zalamerías, lo rodaban a cada segundo, y a cada instante sentía el puñal sobre su espalda. No, no era feliz realmente y siempre salía al absurdo e Ionesco teatro de la vida con un disfraz distinto y nunca, nunca, vestido de sí mismo.

Sin saber realmente quien era, se comunicaba con las otras marionetas humanas a base de códigos incongruentes y Jeringonzas mefistofélicas, mendaces y huecas, y aquellos que pretendían comprender ese espurio Argot le respondían de la misma manera: Todo era otro mundo, muy alejado de la realidad cotidiana del pueblo.

se mundo imperaba en su planeta, mientras que los pobres ignorantes y miserables hambrientos, los esclavos del pago tributario, eran perseguidos y humillados, esos que con su Sudor y lágrimas, sostenían de esclavizante manera a esa excecrable Dictadura. Pero, ¿hasta cuándo ello sería así?... ¿Hasta cuándo vendría el Despertar de la Dignidad? El romper las cadenas

El temor a rebelarse era patente: la reciente historia estaba escrita con sangre y ya no se deseaban más páginas manchadas. Las represalias brutales contra ese soberbio y podredumbre, estaba a la orden del día. Además de que Bruno, en su enfermizo afán de sostenerse en la silla del trono temporal, no podía tolerar la idea de su pronta muerte, cosa que muchos de sus ‘leales colaboradores’ deseaban de pronta manera.

Llegó el momento en que –con otro disfraz maquiavélico- le dio por pedir Perdón públicamente a esa gente tan humillada y pisoteada, y ello riéndose por dentro. Claro que nadie de los ofendidos le creyó, y eso vino a aumentar aún más su patente impopularidad. Pero la gente, ‘Los de Abajo’, comenzó a notar lo cadavérico del rostro del dictador Ante el espejo macabro, el hombrecito se acobardaba día a día, y cada vez palpaba su inmensa Soledad en su vanidoso palacio, y contemplaba las sonrisas sardónicas, sarcásticas y crueles, de sus secretarios de estado, que esperaban ansiosamente su declive, su desempeño lógico ante tanto caos y confusión, sosteniendo pacientemente, para sucederlo Ipso Facto.

Se le olvidaba saber que Satanás es el padre de la mentira y Bruno era un irredento mentiroso.