Numinor: VIAJE AL EREBO, CON LAS ERINIAS

Ángel Agustín Almanza Aguilar

20 / Febrero / 2017

Nunca supo cómo fué involucrado a entrar en ese sueño dentro de un sueño; él siempre lo atribuyó a uno de sus desvaríos dizque iniciáticos signados con la importancia del llamado ‘Viaje Astral’ (el programa aquél del radio, que cada noche escuchaba turulato –sí, ése del ‘Cita con el Más Allá’, y del cual el ‘vecino interior’ tenía una concepción muy lamentable, por lo vano y superficial de los conocimientos de lo que llamaba ‘tintura’-, lo habían idiotizado).

Así –según consignó en su Jonesco Vademécum- se vio de repente a un extraño crepúsculo. En el sendero que él no había elegido, ni siquiera por recomendación de su inseparable y confidente amigo alemán; muchísima niebla comenzó a ‘arropar’ al viajero, hasta toparse con un lugar indescriptiblemente oscuro y tenebroso, donde el caos comenzó a imperar fatuamente. ¿Dónde estaba?...

Unos ojillos, en número de seis, inyectados de color de la sangre, lo observaban muy al fondo. Se oyeron risas y gruñidos, y algo así como siseos de ofidios y ladridos. El espanto fue tal que, al contemplar a las criaturas de esos efectos, sin ápice de aliento y verbo y conciencia quedó: tres especies de mujeres, monstruosas, estaban ante él: tres viejas horripilantes, con serpientes en vez de cabellos (como la Gorgona Medusa), con caras de perro, cuerpo negro y alas como vampiro; tres viejas infernales con sendos látigos de cuero guarnecidos de láminas y anillos de bronce

Cuando al fin se repuso del tremendo susto, se atrevió a preguntarles:

-¿Quiénes son ustedes?

-Somos las odiosas y aborrecibles Erinias, siempre ahítas de furia-, contestó una, Alectó, la repugnante, de manera hostil.

-¿Qué hacen aquí?-, volvió al diálogo el soñador en su pesadilla.

-Es nuestra morada, el infierno Hades-, expresó otra, la vengadora y destructora Trisífone.

-¿Por qué existen?, seguía de necio el necio.

-Estamos encargadas de castigar a los criminales, fastidiándolos dolorosamente con nuestros látigos, cuando menos lo esperan, y constantemente, sin darles lugar a reposo, hasta volverlos locos o matarlos definitivamente-, refunfuñó la tercera, Megera.

Luego, a coro, las tres casi gritaron:

-Nuestra misión, nuestro trabajo y labor, es reponer el orden destruido por el crimen, la soberbia, y la maldad humana. Somos los remordimientos de la conciencia.

El andaluz espontáneo iba a maquinar otra pregunta cuándo, al golpe del remo, recordando sus experiencias de remordimiento, y con la batuta de su ya tísica tos, despertó.

El recuerdo angustiante y doloroso de sus acciones y pensamientos realizados le hicieron sentir y ver su no acuerdo con su conciencia moral, con su gente, con sus prójimos.

El regreso del mundo del Erebo fue fructífero, y luego comprendería el por qué otros, más experimentados en esos ‘viajes’, llamaron Erinias de otra manera, es decir, ‘Euménides’.