La de Lupita y Alberto, dos historiasde lotería

19 / Abril / 2017

Por Oscar Verdín Camacho

En torno a los cachitos de lotería, del Melate y del Chispazo y otros juegos, brotan relatos y con frecuencia arrastran la nostalgia. Historias de quienes muchos años de su vida confiaron en el mismo número, o en el mismo vendedor, o la ausencia para siempre de jugadores que un día murieron pero pareciera que siguen por ahí con sus frases de todos los días: véndame un número, pero que tenga premio, mañana vengo por los millones, y así por el estilo.

A esos puestos llegan jugadores todos los días y, cuando no pueden ir personalmente, apartan su número o mandan por él.

A unos 50 metros de la plaza Principal de Tepic, afuera de la dulcería La Piñata, la señora Rosa María Mejía –Rosi- y su esposo Ramón Sánchez atienden uno de esos negocios y atesoran dos de esas historias que conducen a los números de lotería 01950 y el 24586. Y precisamente ahí son mostrados ocho cachitos del primer número que corresponden a los años 1974, 1975 y 1979.

Sánchez, originario de Tecuala, es hijo de la señora Ramona Betancourt, que tenía una hermana, Guadalupe -Lupita-, fallecida hace unos seis años.

La tía Lupita –que veía a los hijos de su hermana como hijos suyos, que eran sus vecinos y porque ella no procreó- siempre compraba una serie con el número 01950 y, con su muerte, entre sus cosas fueron encontrados cachitos que había guardado decenas de años. Ramón tomó algunos para el recuerdo.

Contrario al gusto de Lupita, su hermana Ramona la regañaba porque, le decía, tiraba el dinero en el juego de lotería.

Cuenta Ramón que su tía tenía un saladero de pieles: compraba la piel de cerdos y vacas, les colocaba sal para mantenerlas en buen estado y cuando tenía una buena cantidad las llevaba a vender a Guadalajara.

Y fue precisamente en una de esas idas que encargó a su hermana Ramona que le recogiera su serie de billetes de lotería, que el expendedor ya sabía cuál era. Ramona le dijo que si, pero no cumplió. Creyó que al menos ese día le ahorraría unos pesos.

Aquella noche en Guadalajara, Lupita escuchó por radio que el número 01950 era el premiado. Era el suyo. En cuanto pudo regresó a Tecuala, animada por el premio, pero enterándose que Ramona no había ido por la serie. Con una última esperanza, Lupita fue con el expendedor de boletos y este le explicó que, como nadie le dio aviso alguno, había vendido la serie a otra persona.

Aunque desanimada, la señora Lupita siguió comprando ese número por un tiempo más, hasta que dejó de hacerlo porque decía que una suerte así, con determinado número, es sólo de un día y hay que esperar que llegue. Y ella no estuvo cuando llegó.

Y su hermana Ramona, que ha platicado una y más veces ese caso a sus hijos, nietos y más descendientes, ha pedido que jamás le vuelvan a hacer un encargo de esa naturaleza.


ME LO PAGAS CON EL PREMIO

Por su parte, los personajes centrales de la segunda historia, la de la serie 24586 son el señor José de Jesús Mejía -papá de Rosi Mejía-, y su amigo Alberto Vázquez, que hace más de 40 años tuvo una papelería por la calle Durango.

José de Jesús Mejía –platica su hija-, atendía una conocida sastrería por la calle México frente a donde hoy está Fábricas de Francia, y también vendía boletos de lotería.

El señor José de Jesús tenía un cliente que por años le compraba las tres series del 24586 –que serían 60 cachitos, según explica-, pero sólo de sorteos magnos, de fechas significativas del año en que el premio es cuantioso, pero le avisó que saldría fuera del país y durante un tiempo no las adquiriría.

Rosi Mejía cree que debió ser una tarde de septiembre de 1976, a propósito del sorteo magno por el aniversario de la Independencia, cuando el señor Alberto Vázquez llegó al negocio de su papá, profundamente desolado: su papelería estaba en la quiebra, le dijo, a lo que su amigo buscó animarlo:

- Cómprate esta serie de lotería.

- No puedo, no tengo dinero.

- Me lo pagas con el premio.

Según el relato que durante años repitió el señor José de Jesús y que ahora transmite su hija, finalmente Alberto aceptó las tres series pero le pidió que él comprara la mitad. José de Jesús no quiso y después contaría: la suerte era de él, no mía.

A horas de la noche del 15 de septiembre, el buen sastre escuchó por la radio que el premio mayor había caído en Tepic con el número 24586. Y debió ser esa noche o al día siguiente que invitó a Alberto a su casa, por la calle Zaragoza, a tomarse una copa. Ahí le contó la buena nueva.

De acuerdo con Rosi Mejía, Alberto Vázquez obsequió a su papá lo correspondiente a un cachito de lotería. Y ella, entonces adolescente, estima que se trataba de septiembre de 1976 porque su hermana Berenice se casó el día 19 y ella no estuvo porque permanecía en Estados Unidos. En agradecimiento, Alberto Vázquez pidió a su amigo que le permitiera aportar para la boda de su hija.

Rosi deduce que ese premio habría motivado la compra de Vázquez del hotel Garza Canela.

Lo cierto, añade, es que ya retirado del negocio su papá, Alberto Vázquez mandaba comprar con ella, siempre con ella y hasta el último día de su vida, la serie del inolvidable 24586.