Numinor: Enrique Maza y El Diablo

Ángel Agustín Almanza Aguilar

08 / Septiembre / 2017

Para ciertos lectores el sólo hecho de mencionar la palabra ‘Diablo’ trae consecuencias molestas y repugnantes a sus ‘privilegiadas’ ment5es, y tienen razón puesto que el enigma del mal es algo aún no resuelto. Aparte de lo que nos dicen las Sagradas Escrituras judeocristianas sobre ese ‘Dragón-Serpiente’, sobre ese Lucifer-Satanás, ya veíamos lo escrito por Giovanni Papini, o lo expresado por Segismundo Freud: El Diablo no es, ciertamente, sino la personificación de la vida instintiva reprimida inconscientemente. Así esas ‘posesiones diabólicas’, como las de las monjas de Loudon, Francia, sólo eran efectos de un ‘furor uterino’ (Ensayos 1906-1924). Bien, pues resulta que es una vieja revista de ‘Proceso’ (No. 2043, dic. 27 de 2015) nos encontramos con la opinión, al respecto, del poeta sacerdote, jesuita, y periodista, Enrique Maza –fallecido el día 23 de ese 2015, mismo mes–.

Maza escribió un libro sobre el tema que nos ocupa, ‘El Diablo’, del cual dicho medio de comunicación ofrece un fragmento, y quisimos exponer en este espacio algunas relevancias que servirán, sin duda, como puntos de referencia obligados para subsecuentes trabajos,

Nunca hubo un paraíso terrenal, nunca existió un estado de inocencia y de dicha imperturbable, nunca hubo una vida sin sufrimiento, nunca habló una serpiente ni les ofreció a los hombres una manzana

Esto es para empezar, recordando que es un jesuita el que habla, ¡ah!, y que el actual pontífice de Roma es jesuita también.

Ante la presencia indiscutible del mal en el mundo, en la humanidad, y ante relatos bíblicos sobre las ‘iras’ de Dios, sus contradicciones, sus crueldades, sus matanzas, sus, sus caprichos, etc., –está escrito–, uno no sabe si creerle o no a esa divinidad, que mora en el misterio, en lo invisible, en el silencio, en lo sobrenatural.

La verdad es que no sabemos nada de Dios –continúa Enrique–. Para nosotros es siempre el gran silencio y el gran misterio de la vida humana Luego, Dios nos creó con amor, no somos fruto del azar, y nos creó dotados de plena libertad, no como marionetas o robots, luego entonces nosotros decidimos nuestro camino, y optamos por lo negativo, haciendo a un lado el amor divino: Ahí están, en el interior del hombre, la raíz y el orígen del mal. El mal se origina en la decisión del hombre, nace dentro del hombre, proviene de su entraña y de su libertad. Cuando el hombre no quiere hacerse responsable del mal que hace y del mal que causa, empieza a inventar otros responsables, para no tener que mirarse e el espejo de sí mismo culpa siempre a otros () primero a Dios. El hombre quiere achacarle a Dios la autoría del mal que él mismo hace y hace de Dios un monstruo, a imagen de las pesadillas del hombre. O borra a Dios del horizonte. El razonamiento dice así: si dios existe, Dios es bueno; si dios es Bueno, Dios no ´puede permitir el mal en el mundo; es así que el mundo está lleno de mal, luego Dios no es bueno, luego Dios no existe. En síntesis, si el mal existe, Dios no existe. Si dios no existe, no importa hacer el mal y no tiene caso hacer el bien. Buenos y malos –si es que hay buenos y malos, si es que hay bien y mal– acaban igual, en la muerte y en la nada. Igual que los perros y las cucarachas. La sinrazón es total. El mundo y la vida pierden el sentido. Estaríamos vacíos, instalados en el vacío, destinados al vacío.

Ante la insensatez de hacer de Dios el origen del mal, pero terco en no asumir su propio responsabilidad por el mal que hace, el hombre decide atribuírselo a dioses inferiores, a seres intermedios, a mensajeros de Dios o a seres superiores caídos. Y empiezan la angelología y la demonología a desarrollar un teatro fantasmagórico para darle forma al mal y para explicar el drama interno del hombre entre el bien y el mal, entre la limitación y el ansia de infinito, entre el sufrimiento y la felicidad, entre la libertad y la obligación, entre la vida y la muerte.

Son las dos opciones fundamentales que definen al hombre y su mundo de relaciones humanas: amor y desamor El drama está ahí y el hombre busca los demonios para echarles la culpa y hacerlos el origen de su mal. Quiere su libertad y la reclama, pero no quiere responder por ella ni enfrentar sus consecuencias.

Para enrique, el ‘Diablo’ no es un dogma de fé, es solo un pensamiento libre: El mismo Papa ha dicho, y lo ha repetido mil veces, que el Diablo existe. Para él es un ser personal, un espíritu, como una persona sin cuerpo, algo así como las almas de los hombres (sic). Es una opinión respetable con la que no estoy de acuerdo, De manera que el Diablo, los Ángeles, el Limbo, el Purgatorio, y todas esas cosas no son ningún dogma de fé El Diablo0, su imagen ha sido utilizada por la jerarquía católica como instrumento de dominio de las conciencias –como la idea del pecado y del infierno, al cual no temieron esos sacerdotes pederastas, por ejemplo–.

El miedo al Diablo y al infierno finalmente citamos, de manera personal, un texto bíblico, el que se encuentra en el libro del Profeta Isaías, Capítulo XLV, versículo 7: Yo soy Jehová, y no hay otro. Yo formo la luz y creo las tinieblas; doy la prosperidad, y causo el mal. Yo, Jehová, hago todas estas cosas.

Bueno, agreguemos, ‘benévolamente’, algo más: Cuando el impío maldice al Diablo, así mismo se maldice. (Eclesiástico XXI, 30). Entonces –de ser así como vé el ‘progenitor’ del nombre la revista ‘Proceso’–, ¿contra quién se enfrentó Jesús en el desierto?...