Numinor: La verdadera ‘Natividad’ -(¡Felicidades Velia!)-

Ángel Agustín Almanza Aguilar

14 / Diciembre / 2017

Nacimiento, el Real Despertar a la Verdadera Vida no es otra cosa que la manifestación del Espíritu Divino en nuestro ser; el contacto con lo sagrado, ese ‘Nacer de Nuevo’ del que le hablaba Jesucristo a Nicodemo (Juan III, 3-8).

Se trata de la manifestación del ‘Hijo de Dios’ en la carne humana de la aparición de la ‘Nueva Criatura’ (2ª Corintios V, 17).

La especie nuestra no es una obra acabada, perfecta; estamos en proceso de terminación. La Obra divina en lo humano será el ser conforme al ‘Hijo de Dios’, a Jesucristo, en el cual –como Don Sagrado– habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente (es) La esperanza de gloria en el cual están escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento, nos dice el apóstol Pablo (Colosenses I, 27; II, 3,9), subrayando, además, que se trata de el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades (Cit. II, 26).

Esta ‘Natividad’ cristiana es la que las criaturas están esperando ansiosamente, y que por ello gimen ‘con dolores de parto’. Se trata de la futura presencia de los ‘Hijos de Dios’, nuevas criaturas con cuerpos de gloria, llenos de luz, con vestidos resplandecientes, y materia carnal ‘redimida’ (Romanos VIII, 17-27).

La verdadera ‘Natividad’ implica el poder del Espíritu sobre la densa materia, el dominio sobre la ancestral bestia que anida en todos nosotros. Es el reino de lo sagrado. No olvidemos que el cristianismo, el mensaje del Maestro Jesús, es Sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta (I Corintios II, 7).

Nuestro cuerpo es el verdadero templo del Espíritu Santo (Cit. III, 16-17), y a Dios hay –que es Espíritu– adorarlo en espíritu y en verdad. Y es que hay personas que insisten en ir a rendir culto a templos materiales, edificios construidos por manos humanas, y hay dirigentes religiosos que hacen creer que no acudir a ellos – ¡claro que con su respectivo diezmo! – es falta enorme a Dios, y surge la imagen tan socorrida del ‘Infierno’ satánico Cuando Jesucristo habló con la samaritana, en aquella fuente, fue claro al responderle su pregunta de que en dónde, en qué lugar era preciso ir a adorar: Mujer, creéme, que la hora viene, cuando ni () en Jerusalén adoraréis al Padre los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu (Juan IV, 20-24).

La fé ha sido y sigue siendo manipulada de manera lamentable por los que se ostentan como verdaderos y absolutos representantes de Dios en este mundo, de los cuales el mismo Jesucrito nos puso en alerta: No les creáis. Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas de tal manera que engañarán aún a los escogidos (Mateo XXIV, 23-24).

Digamos, finalmente, que lo que el común y la gran mayoría de la gente celebra cada año en el mes de diciembre, como es el caso del supuesto nacimiento del niño Dios en aquél Belén, tiene su origen en festividades pagabas, de la antigua Roma, como las llamadas Saturnalias y Brumalias, en honor de Mitra, el dios del sol. La iglesia romano-papal, para impedir su culto, interpuso lo del relato evangélico del milagro del nacimiento de Jesús, de quien se ignora la fecha real de ello. Y, a sabiendas que eso del nacimiento en un 24-25 de diciembre es falso, los clérigos católicos toleran tales festejos

Hay que buscar al Hijo de Dios, al Espíritu Sagrado y Universal, que mora en lo humano, y comprender lo que significa la Virgen-Madre (Notre-Dame); hay que purificar la materia, limpiar el vaso de barro, preparar nuestro crisol-recipiente, para hacerse uno digno de portar ese ‘Fuego Secreto’, que hace ‘girar la rueda’ de la Gran Obra, y, con paciencia y oración, esperar ver dónde se detiene la estrella guía, para ir a adorar a el verdadero ‘Niño Dios’.