Numinor: Octavio Paz y la Búsqueda del Presente

Ángel Agustín Almanza Aguilar

20 / Diciembre / 2017

En 1991, allá por el mes de febrero –si no mal recuerdo– Octavio Paz recibía el Premio Nobel de Literatura y, rebuscando en los viejos estantes de mi biblioteca, me encontré con el texto, íntegro, de su discurso de conferimiento. Rescatando cosas interesantes sobre esa ‘Búsqueda del Presente que es desvelo de los verdaderos poetas.

La Búsqueda del Presente –nos dice– no es la búsqueda del edén terrestre ni de la eternidad sin fechas: es la búsqueda de la realidad Real.

La poesía está enamorada del instante y quiere revivirlo en un poema; lo aparta de la sucesión y lo convierte en presente fijo.

¿Qué nos une a todos estos poetas?... la búsqueda descubrí que el tiempo era elástico; el espacio giratorio. Mejor dicho: todos los tiempos, reales o imaginarios, se transforman sin cesar: allá era aquí; todo era aquí decir que hemos sido expulsados del presente puede parecer una paradoja. No: es una experiencia que todos hemos sentido alguna vez: algunos la hemos vivido como una condena y después transformada en conciencia y acción Plenitud henchida la ruptura se volvió reconciliación

El mundo de los poetas es muy simbólico, lleno de imaginación y realidades trascendentales. Paz anduvo entre murtos de adobe y templos vegetales, merodeando la isla de Calipso –donde deseó quedarse para siempre–: Descubrí tierras que apenas pisadas se desvanecían. El mundo era ilimitado y no obstante, siempre al alcance de la mano; el tiempo es una substancia maleable y un presente sin fisuras.

Nos dice que tuvo una revelación de su irrealidad Sentí que el mundo se escindía: yo no estaba en el presente. Mi ‘ahora’ se disgregó: el verdadero tiempo estaba en otra parte

Ese ‘Presente Real’ está adentro –no fuera– de uno, Enterrado, pero vivo. Fue su viaje poético entre tribus fantasmales y castillos de espejos, en busca de donde Todo Es, donde el Ser triunfa sobre el devenir. El Cambio, con el trote o el salto.

Paz pensaba en la probabilidad de que, como humanidad, estuviéramos al fin de un periodo histórico y al comienzo de una ‘mutación’ de una Edad. Enfatizaba: Por primea vez en la historia los hombres viven en una suerte de intemperie espiritual y no, como antes, a la sombra de esos sistemas religiosos y políticos que, simultáneamente, nos oprimían y nos consolaban.

Ahora bien, ese ‘Presente Real’ cobra vigencia en la Filosofía Hermética, con lo que se conoce como ‘animación del mercurio’, la obtención del Donum Des, del ‘Eterno Presente’, de la ‘Duración Infinita de lo Actual’. Pero esto ya es tema aparte.

Sellemos este texto con lo que estaba en el tintero, también referente a Octavio Paz. Veamos, pues.

Por ahí se oyó decir que la poesía –en todas las personas y culturas– es lo más natural, lo más espontáneo, lo más relacionado con el primer ritmo que todo ser humano escucha desde antes de nacer: el latir del corazón es su madre.

Paul Valéry –dicen que dijo: No hay poemas terminados, sólo poemas abandonados antes de decir lo que de verdad querían decir. El verdadero poeta nunca deja de tener en cuenta ese fluir que se encadena hasta dar vuelta sobre sí mismo y fundirse en la imagen primordial de la eternidad, afirmaba Eliot, quien agregaba que es el punto fijo del mundo que gira, lo inmóvil en medio del movimiento perpetuo. Es ‘La Otra Orilla’, de Octavio Paz; el ¿Eterno Presente’ de la filosofía hermética. Un estado de conciencia superlúcido ante el misterio y el enigma del Universo, la Vida y la Muerte. La muerte como puerta y no fin absoluto.

Luis Villorrio nos habla de un Octavio que supo abrir una puerta a otra realidad, un camino que conduce al descubrimiento de los opuestos. Esa ‘realidad’, trascendental, es luminosa y conlleva la Libertad. Muchos contemplan la puerta pero o no poseen la llave, la clave, para abrirla, o tienen miedo de entrar a esa otra dimensión del Ser. Allí radica el secreto de toda ¿Gran obra’, donde sólo las almas de élite se atreven a traspasar al umbral

Para Paz a esencia de la poesía es la revelación de esa ‘Otra Realidad’ –que es la Realidad misma y no su máscara–; es la ‘apertura hacia lo otro’, ello frente al mundo convencional, a la mano, reiterativo frente al entorno consabido de lo cotidiano, consensuado, aceptado sin discusión –(Villoro, ‘Letras Libres’, abril 1999)–.

Llega el instante –ese ‘instante’ tan amado de Bachelard– donde la palabra, la letra, se transmuta en luz intelectual, campo energético donde el poeta puede contemplar, sin velo alguno, esa alquímica unión de los contrarios, esa ‘fijación de lo volátil’ –el ‘Solve et Coagula’–, y toca la esencial ‘otredad’, el lado oculto de nuestra existencia. Allí impera, entonces, el silencio, un silencio lleno de voces y significados. Todo lo material se contempla de manera simbólica. Es un plano dimensional donde no caben los dogmas ni los absurdos fanatismos, de cualesquier índole. La libertad obtenida –aquella ‘Libertad Bajo Palabra’– implica la necesidad de ‘crear’ artísticamente una naturaleza original; también es –de hecho– una recreación de lo contemplado, ahora con esa visión privilegiada del contacto con la esencia de la Real-Realidad.

Todo este estado de conciencia poética implicó la experiencia de un ‘Caos’, donde tal palabra significa ‘Abertura’, lo cual es muy significativo. Son terrenos de lo sagrado del Arte, estancias donde se puede ‘ver a través del velo’, ese velo de lo cotidiano y supuestamente ‘normal’.

El poeta es una criatura que nada en el destierro de lo eterno, pero busca el ‘religarse’ con él; Su alimento es la luz. Es un ser que batalla, también, con esas otras criaturas que pululan en el medio ambiente aún esclavizadas por su propia y natural bestia.

El poeta es un ser libre de dioses y señores –(Villoro, cit.)–, aunque a muchos la Fama los ha vencido el encanto de la alabanza y la hipocresía; las máscaras ideológicas y los altares de la seudointelectualidad.