EL ITACATE

Por Agustín Almanza Aguilar

06 / Febrero / 2014

José de Jesús Pérez Gaona (Pito Pérez)
Primer pregonador Revolucionario en Michoacán.
¡Qué Lástima le tengo al Diablo!

Aquel día el escritor José Rubén Romero esperó inútilmente la llegada de quien tenía por costumbre entrevistar, allí, precisamente, en la atorre del campanario de la iglesia del pueblo. ¿De cuál pueblo?... Uno de los muchos que existen en mi querido y hermoso Michoacán. En vano, pues, esperó.

Pensó –a manera de disculpa ofrecida- que tal vez anduviera en una de sus consuetudinarias farras, botella en mano y boca. Eran los difíciles tiempos de la Revolución –Revuelta, para Octavio Paz (El ogro Filantrópico)- Tiempo después se enteraría que el personaje, llamado popularmente Hilo Lacre, habría muerto víctima de fusilamiento, por agitador. Otra versión recogida es que fue a causa de una congestión alcohólica, en Tacámbaro o Zamora. Tendría 55 años, en aquel 1922, el famoso Hombre de las Campanas. ¿Su nombre? José de Jesús Pérez Gaona, mejor conocido como Pito Pérez, gracias a la obra de Rubén Romero, que lo utilizó para poner en su boca y labios sus pensamientos, según nos afirma la periodista Elba Chávez Lomelí, citando a un investigador y colega, Martín Álvarez (Revista Impacto No. 1307).

De este sutil, folclórico y vernáculo personaje recordamos haber visto dos películas, una con el Gran Medel y, otra, con Germán Genaro Cipriano Gómez Valdéz Castillo, mejor conocido como Tin Tán.

A Pito Pérez-Hilo Lacre se le conoció en la mayoría de las poblaciones de Michoacán por su hábito (consuitinerario, diría el Guacho Zúñiga, que esperamos siga en mejoría) alcohólico, y por sus innumerables escándalos y encarcelamientos. Rubén Romero nos narra en su texto El Pueblo Inocente: Coronado de rosas, sabía decir un verso latino y hacer oportunamente una cita clásica. Era un ejemplar curioso, modelo de truhanes y de buscones. Con las sotanas de su hermano el clérigo y sus conocimientos litúrgicos, recorrió muchas veces los pueblos de la sierra fingiendo ser cura, perdonando por unos huevos frescos cuanto pecado mortal ponían al árbitro de su teología Fue malabarista –continúa Romero, el de Tacámbaro- en un circo, famoso como diablo de pastorelas (en lo de Rosales) y operó alguna vez, airosamente, como partero. El pobre desaparecía del pueblo largas temporadas, pero el mejor día las campanas de la parroquia se soltaban repicando alegremente. Era el Pito Pérez que daba la nueva de su llegada. Después del repique los gendarmes lo conducían a la cárcel sin que esto le importara a él un comino. En materia de cárceles, su erudición no tenía igual Un aventurero de la copa, y nada más, entretenido en atisbar, quizás, por el ojo de las botellas, con la ilusión de descubrir en su fondo otro mundo más generoso.

Romero nos lo presenta como de Vida Inútil, como un pobre hombre sin oficio ni beneficio, borracho diario y escandaloso, pero Martín Álvarez lo coloca en el pedestal de haber sido un adalid, un precursor y pregonador, con sus enfáticas arengas, como difusor de los ideales de la Revolución. Por lo cierto que, se nos subraya, Romero rescata en su libro el testimonio que, en unas cuantas cuartillas, habla del calvario que sufrió en su terrenal existencia en este planeta; de los pocos documentos que dejó Pito Lacre, testamento que nos heredaría años antes de su muerte. Veamos.

EL TESTAMENTO DE PITO PÉREZ

Lego a la humanidad todo el caudal de mi amargura. Para los ricos, sedientos de oro, dejo la mierda de mi vida. Para los pobres, por cobardes, mi desprecio, porque no se alzan y lo toman todo en un arranque de suprema justicia. ¡Miserables esclavos de una iglesia que les predica resignación y de un gobierno que les pide sumisión, sin darles nada a cambio! No creí en nadie. No respeté a nadie, ¿por qué? Porque nadie creyó en mí, porque nadie me respetó. Solamente los tontos y los enamorados se entregan sin condición.

¡Libertad, igualdad, Fraternidad! ¡Qué farsa más ridícula! A la libertad la asesinan todos los que ejercen algún mando; la igualdad la destruyen con el dinero; y la fraternidad muere a manos de nuestro despiadado egoísmo.

Esclavo miserable, si todavía alientas alguna esperanza, no te pares a escuchar la voz de los apóstoles: su ideal es permanecer en lo alto, aún aplastando tu cabeza. Si Jesús no quizo renunciar a ser Dios, ¿qué puedes esperar de los hombres?...

¡Humanidad, te conozco; he sido una de tus víctimas! De niño me robaste la escuela para que mis hermanos tuvieran profesión; de joven me quitaste el amor, y en la edad madura, la confianza en mí mismo. ¡Hasta mi verdadero nombre me despojaste para convertirlo en un apodo estrafalario y mezquino: ‘Hilo Lacre’!

Dije mis palabras, y otros las hicieron correr como suyas; hice algún bien, y otros recibieron el premio. Tuve amigos que me buscaron en sus días de hambre, y me desconocieron en sus horas de abundancia. Cercándome las gentes, como a un payaso, para que las hiciera reír con el relato de mis aventuras, ¡pero nunca enjugaron una de mis lágrimas!

Humanidad, yo te robé unas monedas mis vicios te escarnecieron. No me arrepiento, y al morir, quisiera tener fuerzas para escupirte en la faz todo mi desprecio.

Fui ‘Pito Pérez’: ¡una sombra que pasó sin comer, de cárcel en cárcel! ‘Hilo Lacre’: ¡un dolor hecho alegría de campana! Fui un borracho; ¡nadie! Una verdad en pié: ¡qué locura! Y caminando en la otra acera, enfrente de mí, pasó la honestidad de decoro y la Cordura su prudencia. El pleito ha sido desigual, lo comprendo; pero el coraje de los humildes surgirá un día el terremoto, y entonces, no quedará piedra sobre piedra.

¡Humanidad, pronto cobraré todo lo que me debes!...

ANCLA INSULAR: Como podemos ver, este testamento lleva ideas revolucionarias, y expresiones y conceptos muy bien pensados, por lo que nos inclinamos a definir que es una posición filosófica del propio José Rubén Romero, de esto ya lo advertimos por el investigador y periodista Martín Álvarez (Vide Supra). Un último dato: José de Jesús Pérez Gaona era originario de Santa Clara del Cobre, Michoacán, y la calle donde nació lleva –no sé si todavía- el nombre de Pito Pérez.